Pero
llegó el fatídico día de las amputaciones, de las prisas y de las faltas de
espacio, y una letra con mochila ya era mucho bulto para un tren de pasajeros
desnudos. Quizás la solución hubiese sido concretarla librándola de su carga.
¿quizás la “q” a secas no ocupaba el mismo espacio que una letra autónoma?.
Pero lejos de la disección, la solución fue suplantarla por la extraña y
olvidada “k”.
Fonéticamente
la K a Q viene a ser como el tocino a las matemáticas, aún así, nuestro libertinaje
ortográfico nos ha permitido la
licencia. Tanto se ha extendido esta malformación, que ahora, que volvemos a tener espacio y tiempo, no hemos vuelto a recuperar a la señora del
alfabeto.
Cierto
es que es muy limitada y que sólo se habla con la vocales de en medio, pero hay
ciertas palabras que son infinitamente más redondas si se escriben con la q.
Alegato
en defensa de la q.
Queremos
que vuelva la quisquillosa, quebradiza y querida Q.