miércoles, 19 de mayo de 2010

¿Por qué damos limosnas?


Estoy leyendo "Rapsodia Gourmet", de la escritora de "La elegancia del Erizo", Mauriel Barbery. Esta tarde leí unas páginas en las que un indigente describe desde su posición, los dos tipos de viandantes que él distingue. Inmediatamente yo me ubiqué en el primer grupo (con salvedades y con vergüenza), no puedo negar una limosna pero tampoco hago nada por erradicar la miseria, y luego me pregunté cual era la verdadera intención de la limosna, ¿la damos por aliviar corazones o por callar conciencias?, ¿por sincera generosidad o por evitarnos la molestia de negar?, ¿entregamos altruístamente o esperando alguna clase de recompensa?. Es curioso pero ahora mismo yo no sabría contestarme. ¿y tú?


Este es parte del texto que me ha hecho meditar, no se lo pierdan;

"Hay dos categorías de viandantes. La primera es la más corriente, aunque tiene ciertos matices. No cruzo nunca la mirada de éstos, o si acaso fugazmente, cuando me dan una moneda. A veces sonríen un poco, pero se les ve incómodos, y se alejan deprisa. O si no, no se detienen siquiera y pasan lo más rápido posible, su mala conciencia los atormenta durante cien metros (cincuenta antes, cuando me ven de lejos y se apresuran a mantener la cabeza fija en la otra acera hasta que, cincuenta metros después del harapiento, ésta recupera su movilidad de costumbre), y después me olvidan, vuelven a respirar libremente, y la punzada en el corazón que han sentido, de compasión y vergüenza, se va difuminando. [...] ...Que se vayan a la mierda esos burgueses que se las dan de socialistas, esos que quieren todo; su abono para el concierto en el Châtelet y que se salve a los pobres de la miseria, tomar el té en Mariage y la igualdad para todos los hombres, sus vacaciones en la Toscana y que desaparezcan de las aceras los aguijones de su culpabilidad, pagar en negro a la asistenta y que todo el mundo escuche sus discursos de defensores altruista, ¡El Estado, El Estado! ¡Es un pueblo analfabeto aquel que adora al rey y sólo acusa a los malos ministros corruptos de todos los males que lo aquejan!… […]


Y luego está la otra categoría; la de las malas bestias, los auténticos cabronazos, los que no aprietan el paso , no apartan la vista, al contrario, me miran fijamente con sus ojos fríos, y despiadados, ahí te pudras, me trae sin cuidado, allá tú si no has sabido pelear por la vida, ninguna indulgencia para con la escoria, para con la plebe que vegeta entre sus cartones de subhombres, para ellos no hay cuartel, o se gana o se pierde, y si crees que me avergüenzo de mi dinero estás muy equivocado…[…]