sábado, 23 de julio de 2011

Mis queridas Matrioskas.

Mi vecina Lola tenía una matrioska de cinco piezas, o seis. Las tenía encima del televisor, cuando los televisores no estaban a régimen, perfectamente alineadas de mayor a menor. A mí me maravillaban aquellas muñequitas preñadas, y siempre entraba en ca´Lola con la esperanza de que me las dejara. Alguna vez mis súplicas secretas eran oídas, supongo que porque no hay nada más minador de ánimos que una niña con todo el tiempo del mundo. Ese día, bajo la promesa de no romperlas, me las ponía en la falda y las iba componiendo hasta que sólo me quedaba una, luego las deshacía, y vuelta a montarlas. Otras veces les giraba la cabeza dejándoselas en la espalda, por ver cómo quedaban. Otras metía la más pequeñita en la más grande por ver cuánto de vientre le sobraba. También a veces se encasquillaban y chirriaba la madera...todavía recuerdo aquel sonido y el miedo que me daba pensar que las rompía. Y después de un rato jugando con ellas, vuelta a su hogar televisivo, y yo al mío. Entonces me volvía a casa agradecida, y preguntándome si no habría en la matrioska más chica, otra más chica...