sábado, 31 de marzo de 2012

Lo que trajo la lluvia.




        
       La lluvia ha traído tontas nostalgias que no han entrado en los desagües. De nuevo la música me retrae a un sábado cualquiera de unos cuantos años. Las cintas de cassete de pimpinela fueron las primeras que vivieron en la basta minicadena que nos regaló la caja de ahorros de Jerez por comprometer nuestras cuatro miserias. Para mí era todo un equipo de música, de mini, nada. Por aquel entonces todo el vecindario y aledaños tenía una igual en casa, aunque la nuestra se destacó en dos días, lo que tardamos en partirle la puerta de cristal, resultado de una entretenida pelea con mi hermano. Y desde aquellos altavoces rústicos, cada sábado, prorrumpían las peleas, los cuernos, las pasiones, las tristezas y las mentiras de este duo de dos, estorbando a la cháchara de las vecinas, al gitano que vendía manoplas, a Paco el pájaro con sus cupones y sus caramelos de drácula dulce y al silbido sordo, cuatro pisos abajo, del panadero.

        Hoy me ha dado por volver a escucharlos. Hoy sus letras me parecen machistas e insidiosas, y ahora no me hermano con la pobre cornuda, sino que me repele su sumisión, pero aquellos eran otros tiempos, y yo tenía otros pájaros anidando en la cabeza.

domingo, 4 de marzo de 2012

Cambio de planes.


    Desde que murió papá, por la fuga de mi escondite veo hombres distintos, extraños, altos. Ayer, uno de ellos me descubrió, desde entonces mamá llora mucho y siempre. Hoy, al límite de su tristeza ha adelantado mi ducha de sábado, me ha coloreado con su brillo de labios y al fin me ha permitido jugar en su habitación.