viernes, 17 de junio de 2011

Banco de Sangre


Ella sabrá lo que hace, pero yo no la entiendo, ni entiendo cómo entre tantos diluvios no encuentre una barca. Durante tres días y esta noche he intentado disuadir su pena, ya sé que sin gloria. El Martes la llevé al campo del tío Juan, ahora que están floreciendo las adormideras, para que respirase verde y corriera por el prado enmarañando tallos en los cordones de sus zapatos. La tarde del Miércoles la pasamos discurriendo en la playa sobre arena espumada, con los pies y el espíritu desnudos para salarlos. Ayer invité a merendar a los mellizos de la vecina, tan risueños, tan rubios y tan niños, y derramaron vida a medio estrenar, por su habitación, por la mía y por debajo de los sillones. Y esta noche, derrotada, he llorado con ella, mi último exhorto. Pero a ella de nada le ha servido mi pasión por abrir sus sentidos. Ha entrado en el baño, ha cerrado la puerta, ha abierto un grifo. Ahora no la oigo. En la cocina falta un cuchillo.