viernes, 26 de junio de 2009

Se acabó

Sabía que todo lo que iba componiendo sus cuerdas vocales era parte de su artimaña para convencerme, una vez más, de su legendaria inocencia, por eso esta vez, más que endulzarme, su enjambre de halagos me estaban empalagando.
-Basta- le dije- que hasta la cabeza me duele de escucharte. No digas más tonterías.
Clavó sus niñas en las mías, y en su cara leí el desespero de quien sabe que acaba de perderlo todo, porque jamás levanté la voz, jamás una evidencia de mi repulsa, y con la ira por mi rebeldía calcó las líneas de su mano en una de mis mejillas.
Y en aquel momento me juré que no habría quintas partes, ni sábanas grandes, ni dos titulares, ni calzoncillos en mi tendedero.

7 comentarios:

genialsiempre dijo...

Y después se fue al tendedero a leer como las princesas sus hermosos textos. !Eso es carácter!....y buena escritora, claro

Unknown dijo...

Bárbaro¡¡¡¡
Ni un calzoncillo más en ningún tendedero que quedan fatal.
En todo caso sábanas blancas con el olor a recién lavadas tendido en el jardín.
besos

Tomasson dijo...

Ojalá todas las mujeres que se sienten amenazadas tuviesen la fuerza de la protagonista de tu relato y sólo existiesen cosas bellas colgadas del tendedero de su vida. Un beso

Anónimo dijo...

Precioso, Carmen.

Eva

Pedro Estudillo dijo...

Perfecto, Carmen. Ojalá tus relatos llegasen donde tienen que llegar, porque lo dices todo muy clarito y con las palabras precisas, como debe ser.

Un abrazo.

Equilibrista dijo...

enjambre de halagos...

con eso está todo dicho respecto a la actitud del personaje...

muy bueno

Raquelilla dijo...

Si acaso los tiendes cagaos, jijiji, pa que vean lo pestosos que son algunos indeseables.